Hoy presento esta tercera parte de oxitocina: música y salud.
Escuchar música fue parte de rituales curativos de épocas tribales y preindustriales y aún hoy se emplea por su capacidad de provocar y modificar emociones como la alegría, relajación, tristeza o euforia. Puedes conocer más sobre la hormona oxitocina y su relación con la música picando aquí Oxitocina parte 1: La hormona del amor y Oxitocina parte 2: Música para estimularla.
Chanda y Levitin (2013) revisaron de forma muy completa las propiedades de la música en relación con diferentes estados emocionales y mostraron su efecto positivo en la alteración de niveles de cortisol, norepinefrina, células NK… La oxitocina, la hormona sobre la que hablo en estos artículos, aparece en su revisión en dos experimentos:
- En uno se empleó música relajante y pacientes quirúrgicos.
- En otro donde se cantaba durante 30 minutos.
En ambos casos aumentaban los niveles de oxitocina de forma destacada.

Si bien sigue siendo un misterio cómo la música produce este aumento en la oxitocina, estudios prometedores muestran cómo ratas a las que se les aplicó por inyección durante cinco días mostraban una reducción de la presión arterial, disminución de cortisol y aumento de insulina y colecistoquinina, y después de un periodo de tiempo más prolongado, mejoría en la tasa de curación de heridas (Uvnäs-Moberg, 1998).
Oishi et al., (2017) analizaron en un estudio experimental los niveles de oxitocina y cortisol en relación con el tempo de la música. El aumento de los niveles de oxitocina mostró una sólida correlación con la escucha de música de tempo tranquilo. En su revisión Nilsson (2008) encontró que la mayoría de los estudios que han puesto a prueba la acción de la escucha de música como técnica de distracción en contexto hospitalario elegían la música en unos casos y en otros les era asignada, pero en general eran géneros relajados, sin sobrepasar los 60 dB y un tempo de 60-80 negras por minuto. El tiempo de escucha de todos estos experimentos sobre música y salud solía ir desde los 15 minutos a los 30, salvo en operaciones, donde sonaba mientras se practicaban estas.
Siguiendo las revisiones de estos autores se aprecia que del total de 24 estudios que analizaron los niveles de ansiedad medidos con el STAI de Spielberger, en el 50 % de ellos se mostró una reducción estadísticamente significativa de la ansiedad, y en tres estudios se comprobó que se demandaron menos tranquilizantes. También se evaluó el dolor en 12 estudios usando escalas visuales de dolor, el cuestionario de McGill o escalas verbales: en el 59 % hubo una reducción significativa de dolor y el 47 % demandó menos analgésicos. Además, se controlaron las constantes vitales: la presión sanguínea disminuyó en el 27 % de los casos, la frecuencia cardíaca de forma significativa en el 27 % y la frecuencia respiratoria en el 38 %. Se observó además un descenso del cortisol, empleado como medida del estrés.

Otro estudio realizado desde 1998 hasta 2001 (Berbel et al., 2007) comparó la acción del diazepam frente a la música como herramienta de control de la ansiedad en pacientes preoperatorios que iban a someterse a cirugía vascular o neurológica (para saber más de los ansiolíticos, que son básicamente «alcohol en pastilla» puedes leer Ansiolíticos, parte 1: Clase de Pociones y Ansiolíticos, parte 2: Experimentos con gaseosa). El grupo farmacológico tomó 5 o 10 gramos de diazepam oral o sublingual y el grupo que accedió a la escucha de música pudo elegir entre música clásica, clásicos divertidos o New Age, con escuchas mínimas de 30 minutos por la noche o entre 15 y 30 minutos la mañana de la intervención. Aquí también se empleó como medida el cuestionario STAI de Spielberger. Se controlaron estadísticamente variables como el consumo de tabaco, la hipertensión o la medicación de rescate, y los resultados mostraron que, en todas las variables evaluadas (ansiedad subjetiva, presión sanguínea, frecuencia cardíaca y niveles de cortisol) no hubo estadísticamente ninguna diferencia entre ansiolíticos y música, y se concluyó que son técnicas igual de efectivas.
La conclusión es clara: pon música en tu vida y esta será más rica, alegre y sana. Escuchar música es una conducta que se puede llevar a cabo asistiendo a conciertos, a través de discos y vinilos, sintonizando la radio… con unos costes minúsculos en relación a los beneficios que aporta. Aunque si no es suficiente para aliviar una situación de malestar, aquí estamos los psicólogos encantados de echar una mano.