Cuenta la leyenda que Sidarta Gautama nació hace unos 2500 años en el antiguo reino de Sakia, en lo que hoy es la frontera entre India y Nepal. Aristócrata y acomodado, sus padres desearon que viviera sin sufrimientos, privilegiado y consentido. Y así fueron sus primeros años de vida en la riqueza: creció feliz, se casó y tuvo un hijo. A los 29 años tuvo cuatro encuentros o «crisis» tras escapar de la opresión del palacio de donde no le dejaban salir: contempló a un enfermo, a un anciano y a un muerto, cosas absolutamente desconocidas para él. Finalmente conoció a un asceta y comenzó su vida como mendigo y monje. Sidarta Gautama ha pasado a la historia como Buda. Sea más o menos cierta esta historia, su belleza pone de reflejo el impacto de cuatro situaciones críticas en la vida de una persona: la enfermedad, la vejez, la muerte y la esperanza espiritual.

A lo largo de nuestra vida, todas las personas atravesamos situaciones complicadas que nos afectan de forma especial y a las que podemos llamar crisis. Unas son más serias que otras pero siempre estarán presentes ya que son parte de intrínseca de nuestra existencia. Producen malestar, transformaciones en el estilo de vida, cambios a los que podremos o no adaptarnos… La psicología suele dividir las crisis en dos grupos:
- Crisis evolutivas o normativas: son naturales. Nacer es en sí una crisis, abandonando un medio cómodo como es el vientre materno. El bebé nace llorando, asustado… después tiene que pedir comida, aprender a caminar para llegar donde desea, hablar para transmitir sus deseos y quejas; el niño debe integrarse en una escuela y ser aceptado por sus iguales, solventar las exigencias académicas… la adolescencia es una crisis mayor en la vida: el adolescente tiene que aprender a aceptar un cuerpo que en poco tiempo cambia de forma y tamaño, surgen nuevas necesidades como las sexuales y las de independencia, las comparaciones hacen que aparezcan deseos estéticos o materiales (ser más alto o guapo, tener más dinero o un mejor trabajo, tener trabajo incluso…). Crisis normativas diferentes se sucederán a lo largo de la vida. Podemos decir que las crisis evolutivas son biopsicosociales (orgánicas, psicológicas y sociales), suelen ser previsibles y habitualmente se puede recurrir a la historia de experiencias pasadas, propias o ajenas, para decidir cómo actuar.
- Crisis no transitorias o paranormativas: no tienen porqué suceder, pero suceden. Su impacto es mucho mayor que el de las crisis evolutivas y provocan cambios profundos que dejan huella. La enfermedad y muerte de un familiar joven, la pérdida de empleo de los progenitores y los apuros económicos, una mudanza con cambio de ciudad e instituto, un divorcio conflictivo o un accidente de coche que deja secuelas… Suelen ser imprevisibles, aunque este tipo de crisis también se pueden planificar (por ejemplo, retrasando la fecha de una operación planificada a medio plazo o posponiendo el cambio de trabajo hasta que surja otra oportunidad mejor).
Sin embargo las crisis no son necesariamente negativas. Tanto las normativas, por ejemplo la jubilación, como las paranormativas, como una separación, pueden tener resultados positivos si la adaptación es la correcta. Siguiendo los ejemplos, un jubilado que se sentía aburrido e inútil puede desarrollar una afición que abandonó en su juventud por falta de tiempo. O la separación de una mujer puede hacerle conocer nuevas personas más afines y volver a ser feliz. El signo positivo o negativo que cada persona otorga al resultado de la crisis dependerá del significado que atribuya al suceso y de los recursos con que cuente para afrontarlo, ya sean materiales, psicológicos, familiares, médicos…
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