Hijos violentos: un problema común

La violencia filio-parental es un fenómeno habitual. Siempre lo fue pero a día de hoy es más mediático. Los agresores son chicos y chicas (según los estudios más chicos, especialmente con violencia física; las hijas en menor grado y con propensión a la violencia psicológica) y su comportamiento agresivo es posible que se muestre en otros contextos o no, pudiendo el menor manejarse excelentemente a nivel social fuera de casa.

El consumo de tóxicos no es mayor que en la población de su edad, pero en familias de nivel socieconómico bajo es más frecuente un consumo muy precoz.

A día de hoy la violencia ha pasado de darse principalmente en familias pobres y sin estudios a todas, e incluso el testimonio de personas tan célebres como el juez de menores Emilio Calatayud muestran que son las clases medias y medias altas las que más sufren esto. La violencia de los hijos en familias pobres en muchos casos tiene relación con la propia supervivencia del menor.

Los niños violentos: conductas corregibles
Los niños violentos: conductas corregibles

Harris (2002) indica que la madre es la receptora del 71% de las demandas, quejas, enfrentamientos, solicitudes de ayuda… y también sufre más de la mitad de las agresiones.

La víctima sufre despersonalización, culpabilidad, baja autoestima y es normal que sienta que ha fracasado como padre o madre. Esto hace que la violencia habitualmente sea ocultada socialmente y que cuando se busca ayuda el problema sea de larga data. La víctima suele vivir con ansiedad constante, no es raro que el problema venga acompañado de bajas laborales o del divorcio.

Para que la violencia sea considerada filio-parental (también llamada violencia ascendente) se tienen que excluir las agresiones puntuales, bajo los efectos de sustancias o la llevada a cabo por hijos con problemas mentales.

El objetivo de la violencia del hijo es siempre tener el control y el poder. Su evolución suele ser en escalada, comenzando con insultos, llegando a la rotura de objetos y finalmente a la agresión física.

El fenómeno es complejo y no tiene una única causa: hay factores psicológicos, sociales, ambientales… interrelacionados. Pero esto no debe hacer olvidar que la violencia siempre es voluntaria (salvo que sea por enfermedad mental, sustancias o discapacidad mental). Estar expuesto a modelos violentos, la facilita.

Albert Bandura desarrolló la teoría del aprendizaje social y expuso que la agresividad humana no tiene un origen genético sino que es aprendida en las relaciones sociales. Profesionales a día de hoy afirman que la observación de la violencia es la principal manera de aprender una conducta pero hace falta reproducirla y no sufrir consecuencias negativas (o bien conseguir resultados positivos al ser violento) para mantenerla.

Se contempla también la situación del progenitor que sin habilidades para obtener obediencia recurre a la orden impositiva con conductas aversivas para imponer sus instrucciones. Si se amenaza, agrede, humilla o ignora, el hijo puede devolver una respuesta negativa y se inicia un intercambio negativo. Cuando el hijo adquiere mayor fortaleza física, la situación se vuelve contra el progenitor.

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