Este texto puede referir la conducta en torno a instrumentos musicales, bicicletas, estilográficas, teléfonos móviles, cámaras y objetivos, raquetas y material deportivo… Casi cualquier objeto de consumo.
Para empezar este artículo quiero dejar claro qué es un síndrome. Hoy en día se abusa de este término que se ha convertido en una muletilla periodística. Cada semana se inventan síndromes y cada año se olvidan síndromes, gente se autodiagnostica síndromes y si encima son celebridades, los medios le brindan atención. Mal asunto… hacer de una conducta particular una entidad nosológica (la nosología es la parte de la Medicina que describe y clasifica las enfermedades).
A nivel médico se puede decir que:
- Un signo es un acontecimiento objetivo, por ejemplo, tener 38,5 de temperatura.
- Un síntoma es un acontecimiento subjetivo, por ejemplo, sentirse mal a nivel corporal, “tener mal cuerpo”.
- Cuando signos y síntomas se relacionan y tienen sentido, pero pueden variar, hablamos de síndrome.
- Cuando los signos y síntomas de un síndrome no varían y son estables, con un inicio, desarrollo y posible final, hablamos de enfermedad.

El G.A.S. o GAS es la forma popular que muchos aficionados a la música usan y emplean para hablar de su gusto por cambiar de material musical, aparentemente algo relevante para su desempeño como instrumentistas. Parece que el término fue usado, según Wikipedia, por primera vez en 1996 en la revista Guitar Player (enlace).
Vivimos en un mundo que gracias a internet ha agilizado las compras. Desear un objeto, comprarlo y disfrutarlo físicamente puede ser un hecho temporalmente muy breve. Años atrás era normal esperar para obtener algo muy deseado, ahorrar, supeditar esa compra a la adquisición de otros bienes más necesarios, coleccionar catálogos, visitar ferias de muestras… Esto es algo cada vez menos frecuente.
Yo toco el bajo eléctrico. Tengo un instrumento sólido pero económico, que disfruto tocando de forma no profesional. ¿Qué sería el G.A.S.? En mi caso, asociar la calidad de mi música con el instrumento, imaginar que si cambio de bajo tocaré mejor, pensar que comprando diferentes amplificadores mi ejecución será más precisa. En otros casos y a modo de ejemplo, fantasear con que vamos a jugar mejor al tenis de mesa por tener una pala Buttefly Timo Boll, que vamos a rodar mejor con una bicicleta Scott Addict RC ultimate… Fotógrafos, amantes de las herramientas, de los relojes y de las estilográficas, patinadores, cocineros… nadie se libra, ya que todo el equipo es susceptible de ser renovado. Es necesario diferenciar entre coleccionismo y GAS: cuando hablamos de GAS, el objeto se usa, es útil, no es contemplativo (como un cuadro o una escultura), ya que esto influye como más abajo explico.
Podemos decir que un bajista con GAS se pasa el día pensando que necesita un bajo diferente para sonar como él desea, y eso le lleva a buscar, ahorrar, comprar y cambiar de instrumento sin que su ejecución lleve mejoras asociadas en la mayoría de casos.

A nivel cognitivo el psicólogo Leon Festinger propuso de forma muy acertada las teorías de la disonancia cognitiva (hablé de ellas en el audio La disonancia cognitiva = O cómo autoengañarnos para cenar pizza más a menudo). Los postulados y experimentos de Festinger han tenido gran repercusión a nivel psicológico y académico pero han sido exprimidos en el mundo de la publicidad.
La clave de la disonancia cognitiva está en la posibilidad de elegir. Tradicionalmente en nuestro consumo la variedad no ha sido la norma; recordamos por ejemplo la televisión nacional con un solo canal, los movimientos políticos soviéticos donde el estado favorecía un diseño de vehículo o reloj, robusto y funcional, pero un modelo, o el consumo de alimentos de temporada y cercanía. Yo puedo escoger entre:
- Opción A: Un bajo eléctrico que ya poseo…
- Opción B: Un bajo eléctrico nuevo, diferente. ¿Cómo podría sonar?
Hablamos de Psicología Cognitiva, el área que se centra en estudiar el funcionamiento mental: cómo pensamos, recordamos, imaginamos… lo que sucede en nuestro pensamiento desde que vivimos una situación o estamos en contacto con un estímulo hasta que emitimos una respuesta.
Cuando la idea de que un nuevo producto hará que los resultados sean mejores (mi ejecución, resultados… superiores) el funcionamiento atencional deja de focalizarse en mis dedos y pasa a mi imaginación, que es tremendamente poderosa. Como explicaba Festinger “se genera una incomodidad en la armonía mental”, y nuestro funcionamiento mental nos encamina hacia acciones que alivien el malestar.
Se puede generar así un debate en el que la balanza cambia de peso cada poco tiempo.
- Si pongo en el lado A todas las razones que encuentro para mantener mi viejo instrumento, reduzco la tensión cognitiva: Mi instrumento es aceptable y si no sueno mejor, la culpa es de mi poca habilidad. Hay grandes músicos que con mi bajo harían grandísimas canciones. Puedo destinar mis ahorros a otras cosas más necesarias…
- Si pongo en el lado B todas las razones que encuentro para cambiar de instrumento, empiezo a experimentar cambios en mi comportamiento. A nivel cognitivo imagino mejor sonido con un nuevo instrumento y qué feliz seré con el cambio. Con respecto a la acción, toco menos y paso más tiempo buscando nuevos modelos, marcas... y a nivel emocional siento alegría y excitación derivada de las imágenes mentales que creo…

Este es un conflicto cognitivo que unas veces se resuelve a favor del autocontrol y otras nos lleva al consumo. Las empresas conocen este funcionamiento mental y crean anuncios atractivos, pagan por introducirse en redes sociales y presentarnos nuevos productos, recurren a profesionales para promocionar las bondades de su marca…
En un foro de instrumentos musicales alguien escribió algo parecido a esto: “Si me sucede algo, no dejéis que mi mujer venda mis guitarras por lo que le dije que me costaron”. Una frase absolutamente divertida, que sintetiza el GAS. Espero que os haya interesado este breve acercamiento psicológico a un comportamiento peculiar pero en absoluto catalogable como síndrome.