Hoy voy a hablar de un aspecto de las habilidades sociales y comunicativas. Muchas personas sienten que no se comportan bien, que son rechazadas o que podrían tener mayor éxito a nivel social. El comportamiento social inadecuado impide el desarrollo de conductas socialmente habilidosas por diferentes motivos, todos ellos susceptibles de ser entrenados y corregidos.7
1.- No hay un buen repertorio de habilidades precisas: Una persona puede no haber aprendido desde la niñez, y por una puesta en práctica incorrecta, destrezas como son el interpretar rostros, saber hacer peticiones o rechazar ofrecimientos. Es muy frecuente que los niños vayan desarrollando estas habilidades poco a poco hasta que en la adolescencia, cuando el entrenamiento es máximo, los jóvenes pongan a prueba a los interactuantes: pueden ser muy agresivos hablando, llevar al otro hasta su límite de paciencia, hacer bromas cuando no toca o desafiar. Aunque esta actitud sea molesta, es parte de un entrenamiento vital que hace que el adolescente aprenda donde están los límites de la comunicación social, aunque ello le provoque enfados, rechazo, castigos, etc. Aprender habilidades expresivas según crecemos es necesario.
2.- No se ponen en práctica estas habilidades necesarias: Una persona que haya crecido en un ambiente sano y flexible, pero que a causa de timidez, por ejemplo, no haya hablado en público, tenido que responder a críticas o improvisado en voz alta ante preguntas, posiblemente se vea poco entrenada a la hora de superar los retos sociales que la vida le vaya imponiendo. Hay que ejercitar las habilidades de comunicación habitualmente.

3.- La motivación es escasa: Quizá por una autoestima muy baja, por timidez o porque no le gusta el ambiente, una persona puede no expresarse con fluidez. Un alumno absolutamente brillante que siente que se aburre en clase, un alumno al que la clase no le interesa, una persona que detesta el deporte obligado a asistir a un evento deportivo, la incomodidad ante un evento social cuando la persona no disfrutar de estos… pueden hacer que los niveles motivacionales sean mínimos. Esta persona será tachada de silenciosa, inadaptada, dubitativa y demás, aunque es posible que solo esté desmotivada a hablar y expresarse.
4.- Barreras sociales: La ropa, el nivel cultural, el ambiente en el que se ha crecido… pueden dificultar la comunicación. Me han contado muchas veces que a Fulano o Mengano no lo dejaron entrar en determinada discoteca por no llevar zapatos o camisa. En nuestra sociedad las diferencias sociales dificultan la comunicación y hacen que muchas veces no nos entendamos, y no son solo diferencias en nivel cultural como son el vocabulario o lo económico, sino además la vestimenta, el peso (terrible el estigma en el que vive la gente con sobrepeso y obesidad), o incluso el rechazo de las personas tatuadas en determinados círculos.
5.- Experiencias pasadas: La memoria nos advierte y si en casos pasados nuestra actuación social fue mal recibida, actuaremos pobremente con seguridad. Es necesaria una actitud positiva, autoestima alta y “pasar mucho de mucha gente” para desenvolvernos con fluidez cuando esperamos una actitud mala por parte de los demás. Es interesante analizar cómo los políticos son entrevistados en emisoras o diarios no afines a su ideología y tienen que salvar los muebles una y otra vez, año tras año, como pueden (incluso algunas veces lo hacen con mucha pericia). Un mal día en clase, exponiendo un trabajo, puede hacer que la próxima vez salir delante de los compañeros sea un momento temido. Entender el pasado como elemento de experiencia y aprendizaje y no como algo definitivo es imprescindible aquí.
Es muy complejo analizar la realidad de cada persona, pero con un poco de tiempo, la Psicología puede ofrecer herramientas y entrenamiento personalizado ante esta problemática social.