Los humanos, quizá todos los animales, funcionamos de forma consciente e inconsciente en un constante cálculo del coste y el beneficio. Tengo hambre, pero no me quiero levantar del sofá… Este pensamiento tan común es un ejemplo de ese equilibrio que frecuentemente buscamos.
La Teoría del Intercambio estudia esto de forma científica. Al conocer una posible pareja o simplemente hacer un amigo nuevo, entra en juego este cálculo racional donde prima la búsqueda del placer y la evitación de lo desagradable. Satisfacer las necesidades afectivas hace que se genere un sentimiento de gratitud, que funciona a modo de pelota de ping pong que va y viene: actitudes positivas de otras personas hacia nosotros hacen que generemos para con ellos un sentimiento de gratitud, y esta reciprocidad crea un vínculo sin aparente coacción, pero sin olvidar el propio beneficio que estará presente siempre.
Sin embargo, y a diferencia de lo que puede suceder a nivel familiar, con una posible pareja la recompensa se busca a corto y medio plazo. El análisis del coste/beneficio se hace por comparación: Pepe es un hombre a la espera de encontrar una pareja cariñosa, tranquila, que valore su dedicación y buen talante. Así plantea de forma aparente sus expectativas. Inicia una relación y según avanza el tiempo… reevalúa si se cumplen sus perspectivas: habrá satisfacción o no, con lo que eso conlleva en su decisión de seguir adelante o no con esta pareja.
La comparación depende del número de alternativas disponibles. Las personas tienen un umbral mínimo que están dispuestos a aceptar pero no menos, y como es una medición subjetiva aquí influye mucho el historial de vivencias previo. Pepa siempre ha sido muy popular y no ha tenido problema para encontrar pareja y ha tenido varias. Conoce a un joven y después de un tiempo empieza a sentirse muy molesta por la gestión del dinero de su nueva pareja, que compromete su economía, es decir, a ella le toca pagar siempre y pasa apuros para llegar a final de mes. Comparando con las alternativas pasadas, donde tuvo parejas muy generosas, y sopesando las posibles relaciones alternativas futuras, piensa que podrá conocer a alguien mejor y hace poco por salvar esta relación cuando llegan problemas.

Hace no mucho tiempo, cuando los derechos de la mujer estaban más limitados y no tenía acceso al trabajo, el divorcio no se contemplaba socialmente como una opción, y el estigma social de la separación era durísimo. La mujer no tenía opciones de hacer este análisis de costes y beneficios. Esta asimetría provocaba dependencia hacia el marido que con mayor o menor fortuna tenía.
Gracia y Musitu (2000) utilizan el término justicia distributiva: los costes deben ser proporcionales a las recompensas, o menores. Y las inversiones, proporcionales a los beneficios. En caso contrario, la persona buscará mejorar sus beneficios exigiendo a la otra, o se desentenderá y aportará menos a la relación.
El endeudamiento es un sentimiento que se crea cuando hay obligación, por ejemplo, si un miembro de la pareja ha aceptado dejar su empleo en oficina y trabajar como freelance para vivir en la ciudad que desea su pareja, esta puede sentirse en deuda y como agradecimiento puede tolerar que lleven un ritmo de vida más ocioso, con más gastos y salidas como compensación, aunque no le agrade.