El divorcio es una situación muy dura para todos los miembros de la familia, y puede serlo especialmente para el adolescente: los padres sí que conocen todos los motivos del mismo, pero el joven es posible que no y en su cabeza elaborará motivos, culpables, porqués… que no se suelen corresponder con la realidad.
Es muy importante que el joven sea consciente de que los padres no se divorcian por su culpa. Es bueno que ambos progenitores se lo hagan saber en ocasiones repetidas.
Además, el divorcio solucionará problemas de pareja pero también conlleva muchos problemas asociados. Es habitual que algún progenitor pase por una fase de ánimo bajo o malestar, y no es raro que el otro se muestre animado… las emociones son variadas y a los hijos les cuesta entenderlas. También es normal que los hijos muestren también tristeza o ira.
Puede resultar interesante que el chaval se pueda expresar y contarle a alguien cómo ve la situación él. Si es tímido o prefiere no hablar, un diario puede ayudarle a expresarse.
Si en una relación normotípica los padres y los hijos adolescentes suelen tener encontronazos, discusiones y confrontaciones (el joven empieza a formarse su idea de la vida, de la ropa que ha de llevar, horarios que desea tener… e incluso busca exageradamente diferenciarse de lo que tiene en casa para reivindicar su identidad y autonomía), y cuando hay un divorcio por medio esto se exagera.
La infelicidad suele hacer que la gente lo pague y ataque de forma quizá excesiva a otros, y muchas veces los perjudicados son las personas más cercanas y con las que tenemos más confianza. Como adultos hay que ser comedidos y moderados y, si la situación se tensa, es mejor posponer la discusión y continuarla cuando se esté en condiciones de mostrar la madurez del adulto, ser justo con los castigos y hablar de forma educativa.
Muchos problemas suelen salir a la luz cuando llega el divorcio: cuestiones pasadas, encontronazos que sucedieron hace años, malos momentos del pasado… hay que ser como adultos discretos, y los problemas de la pareja tienen que quedar dentro de la misma. El niño no es parte de esos problemas y no tiene ninguna necesidad de conocerlos.
El divorcio suele pillar desprevenidos a los hijos: bien porque están acostumbrados a las peleas y discusiones, o bien porque nunca las han presenciado. La noticia tienen que darla idealmente ambos progenitores, y tener paciencia para responder las miles de preguntas que el hijo hará, siempre evitando detalles que el joven no tiene necesidad de conocer.