Los hijos provocan cambios en el funcionamiento de la pareja y familia, e igualmente en el ámbito individual:
- Confieren una nueva identidad a la pareja: ya nunca dejarán de ser padres.
- Tienen que compartir funciones, lo que ocasiona problemas inmediatos. La mujer suele recoger tradicionalmente todo el trabajo para con el niño, y el padre se siente realizado si contribuye puntualmente. Alcanzar un rol común equitativo es una garantía de salud emocional y aumenta la supervivencia de la pareja.
- Uno de los miembros puede establecer un subsistema familiar muy especial con el hijo. Habitualmente suele ser la madre, aunque puede ser el padre. Se produce así una atención muy grande y protectora hacia las demandas del niño, lo que a veces provoca que se cree una barrera entre el hijo y el otro miembro.

- La tradición popular dice que los hijos unen a la pareja, pero los datos y la práctica en el despacho muestran que las parejas que estaban bien antes de tenerlos pueden seguir estándolo, y las que flaqueaban antes verán sus problemas acentuados.
- La pareja dispondrá de menos tiempo, soportará más cansancio y más gastos. Es frecuente que haya cambios en la sexualidad. Todo ello precisa reajustes lentos y no sencillos.
- La familia de origen (y algunas amistades) de ambas partes intentará aportar y las interferencias son frecuentes. Hay que tratar sin demora esto para establecer una comunicación efectiva en la pareja que consensúe el papel de las familias.
- Los problemas que la pareja considera se suelen tratar de forma individual pero la nueva situación exige entender el sistema familiar ampliado como una unidad.