“La juventud actual está pervertida: es malvada, atea y perezosa. Nunca será como la juventud de antes y por eso nunca llegará a tener nuestros valores.”
Este texto apareció en una inscripción babilónica con 3000 años de antigüedad y yo la escuché por primera vez en un vídeo donde el psicólogo Watzlawick daba una conferencia sobre la “brecha generacional”.
La adolescencia es una etapa de la vida caracterizada por cambios acelerados. El adolescente demanda libertad y límites, autonomía y control, y el equilibrio entre estos dos polos es necesario. Los límites que imponer en la conducta del adolescente son algo complejo y hace que los padres o cuidadores se plantean si se están quedando cortos o si se pasan, si son poco exigentes o demasiado duros.
Es esencial que llegados a esta situación los padres reflexionen sobre los hitos que deben ayudar a conseguir en sus hijos:
- Que establezcan relaciones maduras, consolidadas o nuevas, con pares de ambos sexos.
- Entender que funcionamos por roles y lo que conllevan.
- Aceptar su cuerpo y cuidarlo.
- Alcanzar una progresiva independencia de sus padres.
- Valorar la independencia económica y analizar las vías para alcanzarla.
- Funcionar de forma responsable a nivel social, conociendo la sanción que implica el no cumplir normas.
- Desarrollar un pensamiento maduro y ético.
Es imprescindible aplicar la empatía y ser capaz de ponerse en el lugar del joven al intentar entender sus necesidades.
De igual modo es interesante hacer ver al joven que los padres cumplen su papel lo mejor que saben, y que puede que algún día esté en el lugar de ellos y tenga él mismo que adaptar normas a situaciones cambiantes en una persona en pleno cambio, en un mundo que no para de cambiar.