La unión entre dos personas es un proceso de constante cambio. Es normal tender a pensar que una vez se establezca la unión todo será más fácil.
La relación es fruto de varios elementos: motivos que han hecho que se establezca la pareja, la personalidad de cada persona, las circunstancias de cada uno, las expectativas que depositan en la relación, las relaciones pasadas y las experiencias que se vivieron…
Es muy famoso el triángulo de Sternberg, psicólogo y profesor en la Universidad de Yale, donde defiende que en todas las parejas se dan tres características en mayor o menor grado: intimidad, pasión y compromiso, y la relación entre estas determina la relación:

- El amor romántico: con intimidad y pasión, es propio de las primeras etapas, de los noviazgos.
- El amor fatuo: es aquel en el que no se llega a una relación de compenetración, hay pasión y se es pareja a nivel social pero falta esa intimidad.
- El amor sociable: propio de las edades muy avanzadas donde la pasión ha perdido relevancia y predomina la vida en conjunto.
Si bien casi todas las parejas comienzan por vivir un amor intenso, apasionado y romántico, con el tiempo suele imponerse el afecto, el cariño, los intereses compartidos o la dependencia mutua. Incluso hay relaciones, no la mayoría, donde lo que predomina es un disfrute del estatus económico, la alta intensidad sexual o de la dependencia al no saber vivir sin pareja.
Mención aparte merecen las relaciones abiertas o aquellas en las que los miembros, de forma más o menos explícita establecen un tipo de regla que permite con mayor o menor grado el contacto amoroso o sexual con otras personas.